Quise pasarme por el Centre Pompidou a ver la exposición conmemorativa de los treinta años del VIA: ¡enhorabuena, compañeros!
VIA es una organización del gremio francés de fabricantes de muebles para la valorización del diseño: en el balance de sus 30 años acreditan 400 exposiciones, 100 publicaciones y 250 diseñadores involucrados en proyectos. Ponen en contacto a diseñadores con empresarios, exponen en las mejores ferias del mundo, hacen prospectiva para que las empresas puedan anticipar las tendencias, etc. Además, cada año dan una beca a un diseñador para que desarrolle un diseño con una empresa, que produce el prototipo, en lo que llaman "Carta Blanca".
La exposición del Pompidou es pequeña, con un montaje para nada impresionante, pero la retrospectiva de las "cartas blancas" otorgadas por el gremio desde su inicio me resultó interesante, todos los grandes nombres del diseño francés están presentes (Philippe Starck, de Martin Szekely, Matali Crasset, Mathieu Lehanneur, François Azambourg…): me gustó volver a ver la cama de los Bouroullec, (lit clos, del 2000) que había visto en prototipo en el Design Museum de Londres en la primera expo que los ingleses, visionarios en esa ocasión, organizaron sobre el trabajo de los famosos hermanos bretones; me divirtió ver todos los muebles de los 80, tan pasados de moda ahora pero que cualquier día se van a revalorizar, aunque sea por aburrimiento.
A veces pienso que ojalá se hubiese montado aquí un VIA, pero, después de reflexionar un poco, me pregunto si es cierto que la industria del mueble francesa está mejor que la española; y a mi me da que no. Así que acabo concluyendo que lo que de verdad me provoca envidia no es la existencia del VIA en sí, sino el puesto de su director, mi admirado Gérard Laizé. Pero esto es otro tema…
Seguí dando vueltas por el museo para investigar la tienda de Le Printemps Design, que encuentro mucho más interesante que la famosa tienda Colette, una de las mecas de diseño en París; investigo la librería, donde pico, inevitablemente: esta vez un par de guías de diseño de París (¿por qué no harán una guía del diseño en Madrid? Los unos por los otros, la casa por barrer…) Pero me abstengo de ver las demás expos porque quiero seguir absorbiendo la ciudad.
Así que salgo y voy desde allí sin desfallecer hasta la Concorde, tiritando y feliz observándolo todo, empapándome de nieve y de frenchitude. Una vez allí, agotada, me meto en un cine a ver una peli estupenda, Le Concert, una de esas comedias de verdad que te hacen reír y llorar a la vez.
Y entonces… yo que "flipo" con las luces de Navidad de la Gran Vía, estuve a punto de desmayarme cuando me encontré de pronto en los Campos Elíseos de noche, con cuatro copos de nieve cayendo como sin querer, la gran noria a un lado y el arco de triunfo al otro, en la enorme avenida iluminada. Ni siquiera intento explicar cómo eran las lucecitas: no tiene sentido porque no es física, sino química.
Y después, regreso caminando a lo largo del río, la cena en un bistrot acogedor y la cama en el piso más alto de un edificio del Quartier Latin, desde donde se veían por los grandes ventanales esos apartamentos burgueses, siempre tan repletos de libros, en los que inmediatamente te imaginas como pez en el agua…
Al día siguiente me fui al congreso de centros de diseño que cada año organiza APCI, verdadero motivo del viaje (¿o no?). En esta ocasión, además del placer de ver a los colegas, me interesaba mucho los temas que se trataban: el diseño social por un lado, y el diseño y la crisis por el otro. Pero de esto hablaré en otro post.
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